5 innovadores que marcaron el rumbo en 2017
Desde las investigadoras que crearon golosinas saludables, pasando por el abogado que diseñó el primer whisky añejado en barricas de Malbec y el empresario que diseñó trajes para bomberos, quiénes están detrás de las ideas más innovadoras del año (primera parte).
Leandro Africano. PARA LA NACION –
Producción Victoria Dorin
Single malt con tono argentino
Ezequiel Domínguez (38)
Whisky con sabor a Malbec
Abogado, apasionado del mundo del buen beber, se preguntó cómo hacer un whisky que fuera distintivo de la Argentina y creó La Orden del Libertador, un pure malt añejado en barricas de Malbec.
¿QUIÉN ES? Abogado, especialista en derecho de las telecomunicaciones y medios. Apasionado del mundo de las bebidas espirituosas.
¿QUÉ HIZO? Cofundador y director de la compañía Free Spirits, lanzó La Orden del Libertador, el único whisky perfeccionado en barricas de vino Malbec argentino.
¿CÓMO LO HIZO? Cansado tal vez del mundo del Derecho, Domínguez decidió, hace unos años, interiorizarse en el detrás de escena de los destilados. Un universo que le resultó fascinante por la unión de lo artesanal con la calidad del producto único y que le permitía, además, saldar una asignatura pendiente: encarar un emprendimiento. “Decidí seguir tres reglas: tenía que ser algo palpable, que me gustara hacer, que apuntara a la mejor calidad posible y que incorporara el elemento argentino que lo convirtiera en algo distinto”, apunta Domínguez.
El whisky fue su objetivo, y empezó a probar con un pequeño alambique casero y la ayuda de un amigo de la infancia, con el que destiló un whisky de malta simple en su casa de Mar del Plata para definir el añejamiento. Según el emprendedor, la innovación nació de la necesidad: “En la época en que empezamos a pensar el proyecto tuvimos que usar lo que teníamos a mano y descubrimos que había abundancia de excelentes barricas de roble previamente usadas para buen vino argentino”. Hizo las consultas con especialistas de whisky como Dave Broom e Isabel Graham-Yooll sobre la relevancia de utilizar las barricas para volver a añejar un whisky de malta ya terminado y agregarle este tono «exótico». “Nos alentaron y no lo dudamos”, afirma. Según sus investigaciones previas, en América latina se consume mucho whisky, pero muy pocos proyectos y microdestilerías locales han surgido a pesar del boom de las microcervecerías. Este fue otro impulso. Domínguez se define como “whiskymaker”, que significa que no decidió invertir en destilería y planta de embotellamiento: “Usamos un whisky escocés pure malt de primera calidad, las barricas contuvieron un vino Malbec de Mendoza de primer nivel, las etiquetas son de La Plata, las botellas de Colombia, las tapas de Italia y la elaboración se terceriza en una planta de la provincia de Buenos Aires”. En su plan de negocio, en el que lleva invertidos más de US$ 100.000, figura que cada año se venden 12 millones de litros de whisky en Argentina, donde la categoría premium representa un 11%. “Nosotros apuntamos al 1% del mercado Premium para el año 2020”, agrega Domínguez. La Orden del Libertador hace referencia a la más alta distinción que otorga la República Argentina a extranjeros que merezcan, en alto grado, el honor y el reconocimiento de la nación. “Creemos que el nombre es una metáfora de nuestro producto, donde desarrollamos uno esencialmente extranjero con vino argentino, que es la bebida nacional”.
Golosinas saludables
Yuliana Monroy (25), Sandra Rivero (35) y Alejandra García (50)
Caramelos blandos sin conservantes, aromatizantes, colorantes ni saborizantes
Combinaron la alimentación sana y los deseos infantiles, el sueño de todo padre, y diseñaron una golosina sin conservantes, colorantes ni aromatizantes.
¿QUIÉNES SON? Investigadoras del Centro de Investigación y Desarrollo en Criotecnología de Alimentos de La Plata, dependiente del Conicet y de la Universidad Nacional de La Plata.
¿QUÉ HICIERON? Desarrollaron en laboratorio golosinas con ingredientes naturales y sin aditivos.
¿CÓMO LO HICIERON? Menos los niños, todos los adultos saben que las golosinas son productos nutricionalmente desbalanceados. Luego de haber desarrollado algunos trabajos para Arcor en 2009, a las investigadoras Alejandra García y Sandra Rivero les quedó la idea de diseñar caramelos blandos que no tuvieran ninguno de los aditivos que traen todas las golosinas, como saborizantes, colorantes y conservantes, un combo que no parece ser ideal para ningún niño. La excusa llegó cuando una alumna de ambas, Yuliana Monroy, presentó el tema de su tesis de doctorado sobre la producción de golosinas saludables a partir de la técnica del cremogenado (triturado de frutas con piel o cáscara, base de la concentración de las vitaminas): estos caramelos de laboratorio se hacen a base de mezclas de hidrocoloides (gelatinas) con el agregado de azúcar y cremogenado de pomelo, lima y naranja como fuentes de vitamina C. “Lo que hicimos fue combinar técnicas y procesos que el mercado conoce, pero no utiliza. Nuestro aporte fue también la formulación de nuevas mezclas de almidón modificado con combinaciones de gelatina, azúcar y agua, determinando las concentraciones óptimas de cada componente”, explica García. De esta manera, estos caramelos blandos tienen sabor y color original, además de aportar vitamina C en forma natural. “Además, la elaboración de estas golosinas puede hacerse sin TACC y con mayor proporción de calcio que las que se consumen en cualquier quiosco”, precisa Monroy. Más allá de la receta, las investigadoras también descubrieron que elaborar estas golosinas no modifica el costo, porque las empresas de alimentos ya cuentan con la maquinaria necesaria y no hay que cambiar el proceso de producción. “Lo único que hay que modificar es el envoltorio de los caramelos para mejorar la perdurabilidad del producto, porque se trata de caramelos sin conservantes”, puntualiza García. La patente de este descubrimiento es una asignatura pendiente y hoy las investigadoras apuestan más a que una compañía se muestre interesada en su descubrimiento que a comercializar las regalías de las formulaciones. De esta manera, las recetas obtenidas plantean nuevas alternativas en un mercado tan versátil y creativo como el de las golosinas, que más tarde o más temprano deberá alinearse con las tendencias saludables de alimentación.
Juegos educativos para edad temprana
Gonzalo Rodríguez (31)
Plataforma digital para niños de 1 a 5 años que complementa la educación inicial
Licenciado en Comunicación Social, creó Papumba, una plataforma digital para chicos de hasta 5 años basada en juegos didácticos: una manera de convertir la tablet en aliada.
¿QUIÉN ES? Licenciado en Comunicación Social y fundador de Papumba.
¿QUÉ HIZO? Diseñó, desarrolló y puso en marcha una aplicación para dispositivos móviles que complementa la educación inicial de los niños de 1 a 5 años.
¿CÓMO LO HIZO? Preguntarse en 2017 si los niños en edad de educación inicial deben o no tener un dispositivo como una tablet puede conducir a un gran debate fútil. Pero plantearse preguntas sobre qué contenido desarrollar y poner a disposición de esos niños sí puede ser muy fructífero. Este fue el disparador de Gonzalo Rodríguez, un egresado de la carrera de Comunicación de la UBA que trabajaba en una agencia de marketing digital y que se había cansado de hacer juegos para jóvenes y adultos para diferentes clientes en America latina. “Quería hacer algún desarrollo que no dependiera de acuerdos comerciales con medios, anunciantes o grandes empresas. La investigación preliminar nos demostró que había un mercado por desarrollar en el nivel inicial”, explica Rodríguez. Así surgió Papumba, una empresa que desarrolla aplicaciones para dispositivos móviles. A su propuesta –que se resume en juegos desarrollados a partir de la currícula de contenidos de jardín de infantes– la definen como espacios lúdicos con una perspectiva educativa que se complementa con el sistema escolar. De hecho, algunas instituciones las están incorporando en sus clases. La aplicación permite identificar el sonido de un animal, memorizar características de la naturaleza y aprender nociones del alfabeto, los números, el idioma y música. Hoy la aplicación está traducida a más de 18 idiomas, tiene 750.000 usuarios activos, fue elegida por Google como una de las mejores 15 del mundo en su categoría y por día logra 3.000 descargas. Pero el mayor desafío de Rodríguez por estos días está en consagrarse en la competencia G-Startup Worldwide, donde Papumba fue reconocido como uno de los 50 emprendimientos globales más destacados. Aspira a ganar la final en San Francisco antes de fin de año. El emprendimiento, que lo integran solo seis profesionales y que no atravesó ninguna incubadora de empresas, lleva invertidos US$ 100.000 de los fundadores y primeros accionistas; en 2016, logró reunir US$ 200.000 en una ronda de inversión y en los próximos meses espera levantar otros US$ 500.000 para la proyección global de la compañía. “El mercado de educación inicial tiene cinco grandes protagonistas en el mundo y todos son grandes empresas de juegos o licencias. En nuestro caso preferimos un modelo de negocios en el que haya acceso gratuito y también se pague una suscripción sin anunciantes. Además, alentamos, a través de la dinámica de nuestros juegos, a que nunca se superen los 12 minutos de uso seguidos, cuando sabemos que el promedio hoy es de más de 30 minutos, para consumir más publicidad”, sentencia Rodríguez.
Cicatrizar sin dolor
María Emilia Villanueva (31)
Apósitos que aceleran el proceso de cicatrización
Desde sus conocimientos como farmacéutica y bioquímica, desarrolló apósitos que desinfectan y ayudan a cicatrizar heridas rebeldes en pacientes vulnerables, como los diabéticos.
¿QUIÉN ES? Licenciada en Farmacia por la UBA, tiene un doctorado en Farmacia y Bioquímica y es investigadora del Conicet.
¿QUÉ HIZO? Diseñó y desarrolló apósitos que aceleran el cicatrizado de las heridas en pacientes vulnerables, como diabéticos, o con úlceras en la piel.
¿CÓMO LO HIZO? Villanueva integra un equipo de investigación en el Instituto de Química y Metabolismo del Fármaco, del Conicet y la UBA. Allí se habían planteado el desafío de mejorar las condiciones de cicatrización de las heridas en pacientes que atraviesan una terapia intensiva o que tienen diabetes o ulceraciones en la piel. “En estas situaciones de un paciente vulnerable, lo más importante es mantener las heridas protegidas de la actividad microbiana para prevenir infecciones”, explica la científica. Lo que existe en el mercado son los apósitos que protegen la zona dañada de su exposición al ambiente, pero el grupo de Villanueva dio un paso más allá e incorporó propiedades antibacterianas junto con otras cualidades que mejoran el proceso de sanación del área lastimada y evitan el dolor. Así surgió la idea de un apósito inteligente, es decir que frente a una situación dada, reacciona de cierta manera: “Cuando en una herida hay mayor presencia de microbios, se genera un pH básico en la sangre que hace que el hidrogel del apósito se hinche, se ensanchen sus poros y se liberen las nanopartículas de óxido de zinc alojadas en su interior, para combatir las bacterias contaminantes. Cuando la herida se encuentra limpia, su pH es ácido, el hidrogel se desinflama, sus poros se estrechan y limitan el paso de las nanopartículas”, explica Villanueva.
Cuando diseñaron el producto, los investigadores se plantearon la necesidad de que fuera sencillo de manipular, de que estuviera compuesto por materiales biocompatibles y biodegradables y de que fuera económico. En resumen, que fuera sustentable. En este sentido, obtuvieron la queratina, elemento esencial para las nanopartículas de zinc, a partir de un tratamiento económico de cuerno de vaca que hoy es un residuo biodegradable de la industria ganadera. El experimento se realizó en el laboratorio y sintetizaron las nanopartículas de óxido de zinc en un medio acuoso, lo que garantiza un bajo nivel de toxicidad.
Seis científicos integran el equipo de Villanueva, que ya atravesó la etapa del desarrollo del prototipo del producto y ahora está abocado a los ensayos in vitro y luego a la prueba clínica, primero en animales y posteriormente en humanos. A partir de allí, el proyecto que está patentado por el Conicet puede ser de interés para que algún laboratorio financie la etapa de ensayos y pueda comercializarse en los próximos años, porque, según sus cálculos, la producción del apósito es la más económica de las muchas opciones que hay en el mercado en la actualidad. A fines de 2016, Villanueva recibió por este trabajo el premio La Mujer y la Ciencia, de L’Oréal-Unesco.
Bomberos más protegidos
Agustín Sanucci (35)
Trajes ignífugos con tela inteligente
Con su empresa de indumentaria, en colaboración con el Conicet y la Fundación Argentina de Nanopartículas, creó trajes más livianos y económicos para bomberos.
¿QUIÉN ES? Socio y gerente general de RASA Protect, empresa argentina de indumentaria.
¿QUÉ HIZO? Desarrolló, junto con el Conicet, nanopartículas para la fabricación de trajes de bomberos.
¿CÓMO LO HIZO? Criado dentro del ambiente de una pyme familiar de la provincia de Buenos Aires, dedicada a la indumentaria de cuero, casi sin quererlo asumió el mandato de hacerse cargo de la empresa. Como licenciado en Marketing, se propuso darle una vuelta de tuerca al negocio y comenzó a investigar el mercado de trajes de bomberos, quienes eran uno de sus clientes en su Chascomús natal. Así logró, en 2007, que su empresa fuera reconocida en el mercado por la confección de trajes con tela certificada por las normas de seguridad de los trajes de bomberos en Estados Unidos. “Fuimos la primera empresa en América latina y la número 19 en el mundo que logra este reconocimiento. Pero hace unos años nos dimos cuenta de que teníamos que darle otro impulso al negocio con un producto innovador, para diferenciarnos, y decidimos unir en un mismo producto lo mejor de la norma norteamericana con la norma europea en un producto local”. Así surgió la posibilidad de trabajar junto con el Conicet y la Fundación Argentina de Nanotecnología (FAN) para el desarrollo de nuevas telas ignífugas basadas en nanomateriales. El desarrollo está a cargo de los investigadores Manuela Kim y Eugenio Otal de la Unidad de Investigación y Desarrollo Estratégico para la Defensa (Unidef, Conicet-Citedef), quienes idearon el proyecto teniendo en cuenta un problema: que los trajes de bomberos suelen ser pesados porque tienen varias capas de tela: una externa, ignífuga; otra interna, que funciona como aislante térmico para las altas temperaturas, y otras capas que permiten la respiración de la tela. Lo que buscan ahora es la reducción de esas capas a partir del uso de telas inteligentes, lo que haría trajes más livianos y económicos. El empleo de las nanopartículas para la modificación de fibras semisintéticas y naturales aumenta la resistencia mecánica y la aislación térmica en menor volumen, generando así nuevas materias primas que protejan mejor al bombero. Un traje puede costar actualmente $18.000 y tienen una vida útil de seis años. Se estima que en Argentina hay 45.000 bomberos que, según la región, dependen de subsidios estatales o de la sociedad civil para la adquisición de sus trajes. Y, mientras la renovación promedio en el mundo es anual, en el país se da cada 10 años. El plan de negocios de la compañía prevé exportar los nuevos trajes a diferentes mercados. Según explica Sanucci, una de las líneas de investigación que están siguiendo contempla la capacidad de los trajes de absorber las partículas cancerígenas que se generan con las cenizas del fuego y un proceso de descontaminación luego de cada uso. “Es tan novedoso el proyecto que presentamos la patente en Estados Unidos y confiamos en comercializar el producto durante los próximos años”.
Este artículo fue publicado originalmente en La nacion. Lea el original.